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16/06/2019

Buen desempeño agrícola para mirar con optimismo

La experiencia de cultivar soja en pleno Chaco boreal no es nueva. Pero con cada intento se extraen informaciones valiosas que permiten ir afinando el cultivo para mejores desempeños futuros.Uno de los casos exitosos de la última temporada fue la impulsada por la Estancia Amapola, la cual introdujo la oleaginosa dentro de sus programas de recuperación de suelos degradados, pero ahora va por integrarlo en un sistema rotativo de cultivos, como otra muestra de funcionamiento válido de integración productiva agrícola – ganadera.

Lo que años atrás era impensado, luego pasó a ser experiencias aisladas y tímidas, pero lo concreto es que la agricultura extensiva está ganando terreno en la región Occidental puesto que, a medida que se desarrolla, permite ir ajustando criterios como mejor época de siembra, variedades más adaptadas y otros para encauzar la producción hacia resultados más auspiciosos.

En una reciente visita a la Estancia Amapola, a unos 700 km de Asunción, en la zona conocida como Picada Michel, distrito de Mariscal Estigarribia (Boquerón), se pudo apreciar la última parte de la producción sojera en el lugar. El paisaje sorprendió por encontrarse plantaciones en buen estado, de interesante porte, listos para su cosecha, pero en un ambiente chaqueño.

Y esto no es un dato menor. Según estudios desarrollados sobre características del clima, del suelo y otros factores, las condiciones para la oleaginosa a primera vista parecieran muy poco favorables. Con una precipitación anual de unos 700 mm por año, teniendo como meses más seco de junio a agosto, las condiciones varían en verano, con lluvias esperadas para el trimestre diciembre, enero y febrero.

Pero con la salvedad que estas precipitaciones pluviales tienden a ser muy irregulares, lo que torna más difícil ubicar el mejor tiempo para arrancar la siembra o, en su efecto, que lleguen las lluvias en el momento adecuado. En temperatura, la media anual ronda los 25 ºC, pero de igual forma con variaciones que inciden en la evapotranspiración del suelo, que a su vez se ubica en valores a los 720 mm por año.

Esta similitud entre lo previsto de lluvias y la evapotranspiración esperada determina a priori ofrecer un escenario anual con déficit hídrico. A esto se suma otro desafío y es evitar que los suelos chaqueños sigan degradándose entre otras causas por la erosión eólica. Entonces surge la necesidad de realizar manejos adecuados al suelo, entre los que aparecen como opción la cobertura vegetal.

Una de las alternativas más eficaces es la de las legumbres, en donde se encuentra la soja y otros rubros. El empleo de legumbres proporciona fertilidad al suelo y contribuye a restaurar una tierra degradada por el paso del tiempo, además de otros beneficios tales como la contribución a fijar carbono en el suelo, estimular la actividad microbiana y otros que fácilmente podrían etiquetarlas como cultivo sostenible.

Fuerte tradición ganadera

Ya en pleno campo, Ludovic Capdevielle, directivo de la firma Auley Investment, propietaria de Estancia Amapola, recordó que el establecimiento desarrolla una ganadería de ciclo completo. Es decir: cría, recría y engorde y venta de genética. Sin embargo, con el pasar de los tiempos, se presentó el problema de la degradación de pasturas.

Con parcelas de más de 20 años y un escenario actual con poca capacidad de absorber más animales en el campo, se generó un “cuello de botella” que terminó por inclinar la balanza hacia suplir esta situación con la agricultura. “Tenemos vecinos que vienen experimentando hace más de nueve años, con distintas tecnologías, y lo único que hicimos fue capitalizar ese conocimiento”, reconoció.

Así arrancaron las experiencias, con varios ensayos, varias parcelas y con resultados variados, algunos positivos y otros negativos, aunque en general positivo, rescató. “Estamos contentos. Todavía hay muchas cosas para mejorar, por supuesto, y la idea es incorporar la agricultura en el ciclo de la ganadería. Que la agricultura produzca para sí, pero también para la ganadería”, apuntó.

Mientras, se apunta a mantener la misma cantidad de cabezas, pero sobre un espacio reducido a la mitad. “La agricultura puede proveer la materia prima para el consumo y para la conversión de la proteína animal. Esa es la visión a futuro para que, si llegara a pasar algún contratiempo con uno de los rubros, el otro pueda entrar a hacer el ‘colchón’ para amortiguar una eventual pérdida del otro. Esa es la meta hoy”, dijo.

En otro momento reconoció que en ganadería existe la amenaza de caer en un “monocultivo” con las pasturas. Esto va en detrimento de la calidad del suelo y del forraje. Además, en la parte agrícola, se desarrolla la siembra directa. “Se guarda la materia prima por encima del suelo. No se toca el suelo. La idea es mejorar la calidad del suelo año a año, a través de rotación de cultivo”, argumentó.

Apertura a la agricultura

Mirando la experiencia de vecinos y con asesoramiento especializado, se iniciaron las primeras experiencias con la soja. “Empezamos con una superficie bastante importante. Queremos ir agrandando poco a poco, sin tomar demasiado riesgo e ir incorporando toda la tecnología que otros ya desarrollaron e ir avanzando en ese concepto”, indicó.

En su primera experiencia, con un poco más de 500 hectáreas, no todo fue color de rosa. “Perdimos 58 hectáreas. Fueron dadas de baja. A esto se sumaron unas 150 hectáreas en donde tuvimos de promedio productivo entre 1.400 y 1.900 kilogramos por hectárea”, reconoció. Pero al final fue otro. “Tuvimos unas 300 hectáreas que rindieron por encima de los 3.000 kilogramos. Eso si es una sorpresa muy linda”, subrayó.

Reconoció que es el comienzo y hay mucho por ajustar. “Tuvimos un poco de suerte, un poco de tecnología aplicada, un conjunto de muchos factores que nos permitieron esos resultados. Si probamos que funciona y que se puede hacer, la idea es replicar”, admitió. Por de pronto, el resultado económico inicial fue positivo.

En efecto, indicó que esta experiencia no arrojó pérdidas en los números finales. “Logramos ganancia, si bien no hay mucha ganancia, pero sí logramos ganancia. Estamos convencidos de que optimizando la parte técnica, podemos optimizar mejor los resultados económicos”, reafirmó mientras recorría el campo sin dejar de observar entusiasmado a la cosechadora levantar las últimas plantaciones.

Criterio sustentable y desafíos

Existen otros objetivos en esta iniciativa. Entre ellos, mejorar la estructura del suelo, incorporar más materia orgánica y promover la microflora y microbiología en el suelo para que este tenga mejor calidad. Y otro de los puntos señalados fue que para la agricultura no hubo nuevos desmontes, sino que se buscó reutilizar áreas ya empleadas anteriormente.

“Aquí no se desmontó para la agricultura. Se están utilizando parcelas viejas. Se las reacondicionan. Se hace un cambio del uso del suelo ganadero al agrícola. La idea es hacer algo sustentable, sostenible en el tiempo, respetando el ambiente lo máximo posible. Al fin y al cabo vivimos del ambiente y tiene que perdurar en el tiempo, en las mejores condiciones posibles, para que podamos seguir trabajando”, enfatizó.

Manifestó que “viniendo del ritmo ganadero, implica un ritmo agrícola más sostenido, concentrado. En la ganadería, uno ve el fruto de su trabajo entre dos y tres años, después. Con la agricultura se ven todos los días, cada semana, durante cuatro o cinco meses. Es muy intenso y no hay receta específica, solo parámetros que respetar. Hay que estar siempre atentos por la variante que puedan aparecer por el camino”.

Por último instó a colegas ganaderos a no temer a desarrollar este tipo de experiencias. “Soy consciente que tuve un poco de suerte. Si bien, las condiciones no fueron las más favorables, tuvimos resultados positivos. Invito a otros a probar y a sacar sus propios resultados. También aprendí a no quedar con el resultado de un año. Las conclusiones se deben dar por lo menos cinco años. Nos queda mucho por aprender”, finalizó.

Asistencia técnica y algunos detalles

Para conocer detalles técnicos de la experiencia, el Ing. Juan Sosa, encargado de la parte agrícola de la Estancia Amapola, compartió algunos datos. Indicó que esta fue la primera zafra realizada en el establecimiento. Se emplearon como materiales “Garra”, de Don Mario, y “Monsoy 6410”, de Monsanto. Con resultados dispares, pero con informaciones útiles para aprovechar.

“Tuvimos parcelas de muy buena producción, también hubo otras que sufrieron mucho por las altas temperaturas y por algunos ataques de langosta, que es característica del Chaco”, dijo. También en esta ocasión se identificó la franja del 15 de diciembre al 15 de enero como “la ventana de mayores posibilidades para la siembra. Esta comprobado con la experiencia”, comentó.

Con respecto al manejo, indicó que una de las ventajas fue que el suelo en general es muy fértil, no requiere de nutrientes. “El problema que tenemos es la formación de ‘peladares’, que reducen el área de producción por metro de una parcela y puede ser formado por quema de colleras o por condiciones biológicas, condiciones ambientales que se forma”, advirtió.

En materia de sanidad, al abordar sobre eventuales ataques de plagas y presencia de enfermedades, dijo que el Chaco no presenta todavía mucha incidencia. “Casi no aparecen chinches. Sí, aparecen orugas de la soja, pero con la tecnología de INTACTA se maneja bien. Tampoco hacemos muchas aplicaciones. Dos a tres insecticidas o dos fungicidas. No hay presión, pero hay presencia de roya”, admitió.

También reflexionó que la región Occidental es un “lindo” desafío. “No es fácil. Es un lindo desafío producir en condiciones extremas, con poco régimen de lluvia anual y con condiciones que exigen ser más eficiente en el manejo de fechas de siembra, de cobertura, entre los puntos principales, la acumulación de agua en el perfil o la ventana de siembra”, subrayó.

En este punto reiteró que si bien la región Occidental no permite muchas ventanas de siembra, hay que aprovechar la humedad disponible. “Vengo trabajando dos años en el Chaco, luego de estar en la Oriental. Es un lindo desafío y se observa una zona de expansión. Percibimos el potencial y el resultado nos motiva a seguir ajustando. Hay mucho potencial. Es un hecho que esto va a crecer”, concluyó.

Idea que se plasmó en realidad

La experiencia de soja en Amapola tuvo como respaldo el asesoramiento de la firma GPSA. Al respecto, Fabián Pereira, directivo de esta empresa, recordó cuando Ludovic Capdevielle se acercó para comentar su intención de “potenciar sus campos ganaderos y transformarlos en agricultura. Le presente a un grupo que conoce muy bien la agricultura en el Chaco y con el panorama más claro, se tomó la decisión”, recordó.

“Se le mostró (a Capdevielle) el panorama y él se terminó de decidir. Dijo: “quiero hacer agricultura en el campo’. Allí se diseñó un master plan. Le presentamos la lista de insumos, la gente que se dedicaba a hacer la mecanización y arrancó el proyecto. Se inició con 529 hectáreas. Elegimos parcelas destinadas netamente a conservación de forrajes, de la pastura Gaton panic”, rememoró.

En principio, esos pastos estaban orientados para la elaboración de fardos. Se desecaron y se trabajó para acumular humedad en los campos. Hubo tareas para conocer el perfil del suelo y se observó casi un metro y medio de agua, con barrenas. “Esos campos fueron analizados. Presentaron índices de fertilización excelentes y con un poco de ayuda dada por la conservación de humedad, después de la desecación de los forrajes, logramos una muy buena germinación”, explicó

Se acompañó todo el proceso. “Hubo momentos de falta de agua, pero ayudó mucho la cobertura de forraje. El cultivo fue evolucionando. Después llegó la época de control de malezas, con mucha lluvia. Se implementó un manejo con las líneas de BASF, Syngenta y de la propia GPSA, con excelentes resultados. Controlamos bien. Tuvimos unas parcelas hermosas. Nos soprendió y nos dio mucho más de lo esperado”, admitió.

A partir de esta experiencia, ya se piensa en futuras zafras. “El proyecto no solo va a seguir, va a crecer mucho más de lo que estábamos haciendo. Para la próxima campaña se podría llegar a 2.000 hectáreas, porque en un principio se hizo sobre áreas de fardo, pero existen otras áreas que estaban más degradadas y sucias y que se metieron coberturas, con una ‘mezcla’ para que el campo esté listo para desecar y volver a sembrar”, dijo.

Indicó que una de las principales metas es maximizar la rentabilidad. “Se apunta a transformar campos ganaderos, donde no se ganaban más de 100 dólares por hectárea, a agrícolas con expectativas de ganar casi cuatro veces más. También se transforman esos campos sucios, a más limpios y, por sobre todo, la agricultura permite pagar las inversiones como manejo de camino, las limpiezas mismas”, manifestó.

Con este escenario, consideró que en la actualidad “quizás una unidad ganadera no soporte una inversión”. La visita permitió igualmente conocer otras áreas en donde se están desarrollando cultivos de sorgo, ya integrados a un proyecto de rotación de cultivos, así como cobertura de suelo con avena y nabo forrajero, además de un “coctel” de rubros que contribuyen a recuperar suelos degradados y a apuntar a rentabilidad.